En la película italiana del 2005, “El Tigre y la Nieve” de Roberto Benigni, se explica, quizá del mejor modo, porque alguien quisiera ser poeta.
En una escena de la película, el personaje habla con sus dos hijas pequeñas y ellas le preguntan cuándo fue que él decidió ser un poeta, y él les relata una experiencia de su niñez en que vivió una emoción muy especial y fue de inmediato a contarsela a su mamá, pero ella no le prestó ninguna atención, y él pudo entender en ese momento que la razón por la cual su mamá lo ignoró no fue porque a ella no le importó, sino porque fue él quien no supo contarle su emoción, en ese momento él no pudo encontrar y usar las palabras correctas que hicieran sentir a su mamá en su corazón la misma emoción que él había sentido en él suyo, y entonces pensó si habría alguna profesión que buscará poder decir las emociones del modo que uno las siente, y así, ese día, él había decidido ser poeta.
Ciertamente que si yo pretendiera explicar por qué quiero ser poeta no creo poder imaginar forma más clara de hacerlo. En esa simple explicación también está escondida la diferencia entre querer ser poeta y ser poeta de verdad. Yo creo que todos quisiéramos ser poetas, pues creo que a todos nos corre una vena llena de emociones que quisiéramos expresar de modo sublime. Lo que pasa es que la gran mayoría casi automáticamente desechamos la idea de volvernos poetas pues sabemos que hacerlo requiere de formación y disciplina literaria, académica y/o empírica, que no tenemos. Así que son pocos los que se atreven a escribir poesía, y de esos pocos, la gran mayoría nos estrellamos contra la dura realidad, y es que para ser poeta de verdad se requiere tener un talento natural inconmensurable e inigualable, que solo unos cuantos privilegiados traen consigo al nacer.
Yo no me atrevería a encasillar mi poesía en el grupo de los que solo se atreven, o en el grupo de los que son poetas de verdad, pues creo que en la autocrítica es muy fácil confundirse y pasar de la modestia a la petulancia, así que esa responsabilidad le corresponde a usted. Yo me conformo con haber logrado hacerle llegar mis poemas, y sin importar mucho la técnica literaria que ellos tienen, guardo la ilusión de que usted se identifique y se conecte con las emociones que los inspiraron.
Besos y abrazos a todos,
Joven Ela
La amistad, Oh, ¡que regalo!
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